El arte de hablar en público

Por Prisha Ajmani

Justo antes de hablar ante el público, hay un momento en que todo se siente en calma. Nada en la sala se mueve, pero tú sí. El corazón te late fuerte, te tiemblan las manos y, por una fracción de segundo, te preguntas si tu voz siquiera saldrá. Es en ese momento cuando la gente se pregunta: "¿Y si a nadie le importa lo que tengo que decir?".

Hablar en público se ha convertido en algo que tememos o admiramos a distancia. Se ha convertido en una habilidad con la que la gente suele asumir que se nace, algo solo para actores, líderes o extrovertidos. Pero hablar en público no se trata de ser el que más habla en la sala. No se trata de ser perfecto, tener una voz potente ni memorizar las palabras exactas. Se trata de ser honesto, intencional y, sobre todo, humano.

Todos tenemos algo que decir. La realidad es que la mayoría solo esperamos que alguien nos escuche. El arte está en cómo lo dices, y más aún, en el porqué. Un discurso con significado no empieza con un gesto ensayado ni una frase pegadiza. Empieza con un propósito. Pregúntate: ¿Por qué digo esto? ¿Quién necesita oírlo? ¿Qué quiero que recuerden al terminar? Los mejores discursos provienen de personas que no solo se preocupan por el tema, sino también por quienes se dirigen a ellas.

En un mundo repleto de ruido, la capacidad de hablar de forma que los demás realmente escuchen no solo es inusual, sino también poderosa. Sin embargo, no tiene nada que ver con tener un talento natural. Algunos de los oradores más destacados fueron en su momento los más callados de la sala. No empezaron con confianza; la forjaron. La construyeron poco a poco. Una palabra vacilante tras otra.

Lo que la mayoría de la gente no suele comprender sobre hablar en público es que el miedo no significa que se te dé mal. Significa que te importa. Significa que eres consciente de que tus palabras tienen peso. Los nervios no son el enemigo, aunque intentar ocultarlos es lo que te frena. Cuando te permites ser visto tal como eres, tu voz se quiebra, y cada imperfección te hace cercano. Y la cercanía es una de las herramientas más poderosas que un orador puede poseer.

Lo que hace a alguien memorable no es solo su aparente calma o las palabras que dice. Es su conexión. Con su mensaje. Con su público. Con su voz. Hablar se trata de presencia. Se trata de cómo te serenas, cómo miras hacia arriba en lugar de hacia abajo, cómo haces pausas para que algo penetre y cómo cambias tu tono no para impresionar, sino para expresar.

Cuando el silencio de una sala se encuentre con tu presencia en el escenario, tómate un segundo para reconocer ese momento como una invitación en lugar de miedo, para ocupar espacio, para ser escuchado y para hacer que alguien se sienta un poco menos solo. Esa quietud antes de hablar no es una advertencia; es un comienzo. Y en ese comienzo, tienes la oportunidad de tocar a otros con la verdad. Así que, habla. Habla porque tu voz, tal como es, podría ser la que alguien más ha anhelado escuchar toda la vida.

Nota del Autor:

Me llamo Prisha Ajmani y soy estudiante de preparatoria de Austin, Texas. Mi trayectoria comenzó con innumerables oportunidades para hablar en público: practicando, compitiendo y aprendiendo a afrontar los nervios que surgen antes de cada discurso. El debate llegó después, afianzando esa base y aprendiendo a pensar con rapidez y a conectar las ideas con la intención. Tras años participando en desafiantes competencias de debate y fundando y dirigiendo un club de Oratoria y Debate, me he dado cuenta de que el miedo y la duda no desaparecen; se convierten en parte de la historia que contamos cuando elegimos hablar. Este artículo refleja mi continuo proceso de aprendizaje para abrazar plenamente mi voz y la convicción de que cada voz, por insegura que sea, tiene el poder de conectar e inspirar a quienes aún no han sido contadas. Comparto más de esta experiencia, incluyendo consejos sobre oratoria, debate y desarrollo de la confianza, en mi página de Instagram, @speakupwithprisha, con la esperanza de ayudar a otros a encontrar su propia voz.